He tenido que comerle
la boca a la muerte
para encontrarte en
el fondo de un plato de ceniza.
Disculpa si me sabe
el aliento a azufre
pero me pillas
delante del espejo
con la sonrisa en el cesto de la ropa sucia
y nada con que taparme.
Podría haber abierto
la jaula para desempolvar las alas
podría haber medido
el ancho de la cornisa
pero la lluvia se
ahoga en los cristales y permanecen
las ventanas en
silencio.